El Padre
El Padre
30 Marzo, 2015
Carlos Maribona

Hay en Madrid y en casi todas las ciudades muchos restaurantes cuyo aspecto exterior no se corresponde en absoluto con lo que albergan en su interior. Es el caso de El Padre, situado en los bajos comerciales de Serrano 41, oculto desde la calle y que apenas llama la atención salvo por el detalle de que por sus grandes cristaleras pueden verse sus comedores abarrotados de clientes al mediodía.

Podemos pensar que se trata de uno más entre los muchos restaurantes de menú que se multiplican en zonas de oficinas. Aún así, el éxito de clientela hace suponer que no se debe comer nada mal cuando tanta gente acude a él. Una vez en el interior comprobamos que allí hay bastante más que un simple menú de mediodía. Está por supuesto ese menú de 15 euros, un precio casi imbatible, sobre todo si tenemos en cuenta la calidad media de los guisos y platos que incluye, casi todos de cocina casera.

Pero también encontramos una completísima lista de vinos, más de 500 referencias, servidos en copas Riedel; un apabullante surtido de destilados, difícilmente equiparable en Madrid y que supera el millar de marcas; o una atractiva oferta para los amantes de la cerveza, de la que hay una selección en la que conviven grandes marcas como Damm con pequeñas cervecerías artesanas. Y, por encima de todo, una carta de elaboraciones sencillas basadas en producto de calidad.

Hasta hace poco tiempo, el menú del día, que permite doblar y triplicar mesas a la hora del almuerzo, ocultaba, en buena parte, todo lo demás. Poco a poco la clientela se ha ido dando cuenta de que El Padre es un muy buen restaurante, en el que se come francamente bien y en el que se cuida de manera especial la materia prima. Buena parte de ésta procede de Zamora, tierra de origen de los propietarios.

Allí tienen su propia huerta en la que cultivan todo tipo de verduras y hortalizas, especialmente unos tomates que sólo llegan en verano y que por sí solos justifican una visita a esta casa, o los pimientos, que se sirven asados en ensalada. De Zamora llegan también unos huevos de corral como los de antes; los quesos con los que se compone una atractiva tabla, o la ternera de Aliste, cuya chuleta a la parrilla es otro punto fuerte de la carta.

Preferimos comer con cerveza, así que le pedimos a David Villalón, uno de los dos hermanos propietarios (el otro, Mario, se ocupa sobre todo de los destilados y de la coctelería, una especialidad que borda) que nos prepare un menú con platos que armonicen bien con ella. Mientras esperamos, con la primera copa de cerveza de barril, unas rodajas de chorizo casero zamorano con las que, a base de pan, haríamos incluso un menú único.

Llegan entonces unas buenas zamburiñas regadas con una suave vinagreta de pepino. La de El Padre es fundamentalmente cocina casera, pero no renuncian a pequeños guiños a la modernidad, siempre dentro del respeto absoluto al producto. Lo certificamos con unos mejillones pequeños, de roca, servidos en una salsa de ají amarillo. Muy buena combinación, aunque al ají, para adaptarlo al gusto de la mayoría de la clientela, le faltaba un poco de potencia. Estos mejillones se comen casi como pipas. Nos los imaginamos como perfecto aperitivo viendo un partido de fútbol y acompañados de una cerveza.

A la mesa llega después uno de los platos más representativos de El Padre, uno de esos que podríamos llamar imprescindibles: el huevo de corral frito con pisto. Ya hemos dicho que los huevos y las verduras proceden de los huertos familiares. Y se nota. El disfrute máximo a partir de la sencillez más absoluta, pero siempre con la base del mejor producto. No se puede pedir más.

El pescado de El Padre es siempre de calidad. A los hermanos Villalón les gusta mucho trabajar los salmonetes. Nos sirven sus lomos en un caldo de pollo escabechado, muy ricos. Y otro pescado: salmón fresco marinado y asado ligeramente en papillote.

La carne, poco hecha y jugosa. Lástima que una salsa de pimienta que la acompaña resulte excesivamente potente y salada.

En esta parte del menú ya hemos cambiado de cerveza. Estamos con la versátil AK Damm. Nos sirve también para la carne, en este caso un tataki de ternera. La carne no es mala, pero falla la preparación, demasiado aguada. Para rematar la comida, el postre estrella de la casa, la tarta tibia de queso zamorano con membrillo. Un final perfecto, que se completa con algún destilado ofrecido por Mario de entre su amplísimo surtido, por ejemplo un buen mezcal.

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Serrano, 45
Madrid Madrid
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