L'Informal

L’Informal, la taquería sofisticada que está de moda en Palma de Mallorca
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18 Noviembre, 2020
Marta Simonet
Una taquería europea donde lo único por lo que preocuparse es de comer con las manos.

“No somos un restaurante mexicano, somos una taquería, una taquería diferente”, me cuenta Christian el chef y socio de L'Informal, nada más entrar al restaurante que regenta junto a Sergio.

Llama la atención el estilo del local, opuesto a lo que puedas esperar de cualquier restaurante mexicano de colorines y estridencias oaxaqueñas. “El logo que ves en la puerta son los elementos de una amadora de pan en su expresión más minimalista”, me dice Sergio mientras me enseña que lo lleva tatuado en el brazo. Es un espacio neutro, un lienzo con notas de madera, blanco y cemento pulido. Podría vivir allí.

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Ya entiendo. Sergio, interiorista de profesión, diseñó un lienzo en blanco para que el color lo pusieran los platos y el carisma de los que trabajan en la sala. Plantas, techo industrial y puntos de luz. “Quería que recordara a lo orgánico, de mercado, al producto”. Me apoyo en la mesa y sigo charlando con él mientras miro embobada todos los detalles del espacio. Una barra que hace esquina donde sentarse a tomar unas margaritas “mientras tienes la sensación de estar sentado en la puerta de foodtruck”, me apunta Sergio. El diseño de la cocina hacia la sala es de chapa galvanizada simulando las camionetas de comida en México. No hay detalle que se les haya escapado a los propietarios de este restaurante que, después de su primer año de apertura, ya es tendencia entre los palmesanos

Mientras nos traen las tostada de atún —uno de los bestseller— pienso que ésta es una taquería sofisticada. Una taquería que ha viajado por América y ha llegado a Europa. Saboreo estas influencias en la comida, en el espacio y en el ambiente. Hay público de todas las edades, locales y extranjeros. “Nos encanta cuando tenemos público mayor y sonríen al probar determinados sabores, les enseñamos que se tiene que comer con las manos y algunos se resignan divertidos por educación”, me cuenta Sergio riendo.

Llega la tostada de atún y se me hace la boca agua sólo por el aspecto. Jugosa, crujiente, irresistible. “Hay personas que se la piden al inicio y al final de la noche. Hay otras que nos amenazan con no volver si la quitamos de la carta”, me dice Christian. Me chorrea en las comisuras con un sabor cítrico y ahumado. Entiendo lo de las amenazas.

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La música me encanta y los totopos caseros, también. Vienen acompañados de guacamole, pico de gallo y salsa verde, todo servido sobre un plato de cerámica de artesanos mallorquines. Cada pieza es única y distinta. Sobre una de ellas, nos sirven un plato para verycheeselovers como yo. Son unos nachos en plan random: por un lado los totopos y las salsas, por el otro: queso fundido con carne, mole, jengibre y, entre alguna otra cosa más, cilantro. Cada vez que sumerjo el tenedor en el queso encuentro un sabor nuevo. El chili con carne me baila en la boca, me recuerda a mi madre, a guiso supongo. El queso se estira hasta el infinito, esto es la viva imagen del foodporn. “Servidos así siempre toca queso y salsa” dice Christian orgulloso. Y se queda apoyado en la silla para contarnos la técnica infalible para comer tacos: “El plato cerca, la cara a 45 grados y bocado. Está prohibido utilizar cubiertos, lo voy a pintar con un grafiti en la pared”, se vuelve a reír.

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Le hacemos caso y de esta manera nos llevamos a la boca el taco Baja California y el de Cochinita Pibil. La masa es ligera, le pongo un toque de salsa agria y siento que toco el cielo. Antes del postre, con la mesa llena de restos, y el culo de dos cervezas disfrutamos de probar la tostada Aguachile de Sinaloa que viene con corvina marinada en cítricos y mojo verde. Al final del primer bocado me da una punzada suave en el paladar. És ácida, choca, me flipa.

Aunque a estas alturas del espectáculo y con los platos que hemos probado ya es más que suficiente, siempre se puede terminar con un toque dulce. Llega a la mesa una paleta de fruta de la pasión y rocas de chocolate. Una presentación tan visual que da pena deshacerla. La deshago. La disfruto.

Recuerdo que Christian me dijo al entrar: “aquí lo que queremos es que las personas estén felices”. Te aplaudo porque conmigo lo has conseguido. Me voy más contenta que unas castañuelas pero… os lanzo una propuesta, ¿os atrevéis con un taco dulce? Volveré para saber si me dais una respuesta afirmativa. Mientras tanto, ¡ándale, ándale!

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