El del Medio
El del Medio
18 Diciembre, 2017
Carlos Maribona
En esta nueva casa de comidas, el barcelonés Alberto González ofrece una breve carta de platos para todos los gustos con un toque personal.

Funcionan bien en Madrid las pequeñas casas de comidas, restaurantes de barrio cuya principal aspiración es dar de comer bien a su clientela, casi siempre gente que vive o trabaja en los alrededores. Establecimientos que no suelen tener trascendencia fuera de su zona de influencia hasta que un día, por alguna circunstancia imprevista, empiezan a conocerse y se convierten en lugar de visita obligada para los gourmets bien de toda la ciudad. Para ello lógicamente, hay que empezar dando muy bien de comer. Por ahí apunta este El del Medio, un restaurante de nombre extraño que abrió sus puertas el pasado verano en un tranquilo pasaje del final de la calle Costa Rica, en el barrio de Chamartín. Su propietario y cocinero es Alberto González, un joven chef de Barcelona con recorrido por diversos lugares del mundo, especialmente Francia, y que tras casarse con una economista madrileña muy aficionada a la repostería ha decidido instalarse en la capital, en este pequeño local que dispone de terraza, de una mínima barra y de un pequeño comedor con apenas una decena de mesas, pendiente aún de acabar de decorarse ya que la mujer de Alberto ha dado a luz hace pocas semanas.

Lo hace bien el cocinero, que maneja una breve carta complementada con varias sugerencias del día, aunque aún le falta afinar algunos detalles en los platos. Pequeñas cosas que impiden que el resultado final, pese a las buenas maneras, sea tan redondo como debiera. Platos para todos los gustos a los que González aporta un toque personal. Empezamos muy bien con un aperitivo de crema de calabacín, agradable y reconfortante en estos fríos días de diciembre. Como entrada elegimos los buñuelos de brandada de bacalao, con unos puntos de alioli de tomate asado. Estupenda la cobertura, ligera y muy crujiente, y buena la brandada del relleno, aunque podría tener un poco más de intensidad.

Sorprende encontrar en la carta una sopa de cebolla, cada vez menos habitual en nuestros restaurantes. El cocinero hace una personal interpretación, que resulta muy rica. En el plato una especie de pastel de pan y cebolla que lleva encima una yema de huevo de codorniz y queso fundido. Sobre todo ello se vierte un caldo de cebolla. Buena combinación que sin embargo tiene un problema de temperatura. Al servirse aparte, el caldo se enfría muy pronto y la sopa no está todo lo caliente que debiera.

Me gusta menos unos saam de rodaballo, kimchi y lima. El pescado, cortado en trozos pequeños y rebozado, con una mayonesa de kimchi, se presenta en hojas de lechuga para hacer rollitos y comer con la mano. Un bocado agradable, sin mayor trascendencia. Sí sería bueno que la lechuga tuviera mejor presencia, seleccionando las hojas más vistosas. Sin embargo está muy bueno el steak tartar, que llega cortado a mano desde la cocina, pero con el punto de picante solicitado al camarero. Lleva encima, unas bolitas de caviar de aceite de oliva.

De los postres caseros, el propio cocinero nos recomienda la tarta de limón con merengue italiano. La verdad es que está muy buena, bien trabajada y nada empalagosa. Para beber, además de la cerveza, hay una carta de vinos muy breve pero bien seleccionada. Y sobre todo con unos precios contenidos que invitan a beber. Cuando se vayan puliendo esos pequeños detalles esta va a ser una casa más que interesante. Estaremos atentos.

Calle de Costa Rica, 28
28016 Madrid Madrid
España

914 21 79 34

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